El 24 de junio se celebró en la casa de campo la carrera contra el sida. A este evento asistimos cuatro compañeros de clase y el profesor de educación física, David. Era la primera carrera popular en la cual participaba. Me asombró la cantidad de gente que asistió de todas las edades, tanto adultos como niños. La fila de personas que se formó a la hora de empezar la carrera fue impresionante, nosotros tardamos tres minutos en llegar hasta la línea de salida y no éramos los últimos precisamente. El recorrido era de unos cuatro-cinco quilómetros con subidas y bajadas, además había tramos muy largos (o eso me pareció a mí) al sol. Durante el recorrido un montón de personas te iban animando a seguir adelante y a no parar de correr cuando se cruzaban contigo, como ciclistas u otros participantes de la carrera que te adelantaban. He de mencionar que, en mi caso, un compañero que corrió conmigo resultó una fuente grande de apoyo: Iván Hernández. Este chico, en mejor forma física que yo, relajó el paso para ‘’tirar’’ de mí e impulsarme a seguir y no pararme. Al final llegamos los dos juntos a la meta sobre el minuto treinta y tres. Y es que participar en uno de estos eventos no es solo una competición sana, como por ejemplo el hecho de que el alumno superara al maestro como hizo un compañero, Mario, quien llegó antes a la meta que David; sino que es también compartir un sentimiento y luchar por conseguir un fin: dar fin al sida.
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